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martes, 26 de marzo de 2013

UNA VEZ MÁS: Cuando el árbol no nos deja ver el bosque


Mientras el turf argentino necesita cambiar, los circos máximos siguen por el camino de una fórmula que ya no alcanza; el último domingo el Hipódromo Las Flores demostró que se puede ofrecer un espectáculo completo, para todos




El domingo hubo una gran fiesta. Hubo una multitud. Hubo carreras de muy buen nivel. Hubo un espectáculo musical. No fue en el Hipódromo de San Isidro. Tampoco en el Hipódromo La Punta. Lo que dos escenarios con carreras oficiales no consiguieron existió en el Hipódromo Las Flores, en Santa Fe. En el camino del progreso, sí, una contradicción.

Cuando los máximos se niegan a un simulcasting nacional de seriedad, también se niegan al apoyo por una hípica nacional. Simulcasting nacional es mucho más a lo que se hace hoy en día. La hípica nacional, también. Ambos términos son mucho más amplios y comprometidos a lo que se hace en la actualidad. Y teniendo en cuenta los espacios grises por los que se mueve la hípica en el presente, claramente el camino es equivocado.

El turf argentino necesita cambiar. Los parámetros tradicionales, desgastados, no alcanzan. Las grandes potencias aprendieron. No es suficiente aquella vieja fórmula de buenos programas y buenos caballos, pues ni la difusión está a la altura de las circunstancias para el aficionado promedio. La señal es codificada. La publicidad brilla por ausencia. La oferta no supera a la de otras atracciones. El marketing sigue hundido en los canales tradicionales. El mercado interno no es estimulado.

El Hipódromo Las Flores el último domingo sí propuso algo diferente. De hecho, sin el Clásico Copa UTTA en juego, resultó un modelo similar al certamen itinerante desarrollado por Carlos Felice y la Unión de Trabajadores del Turf y Afines (UTTA), con el agregado al Clásico Aniversario del Jockey Club de Santa Fe, de la Final de la Reina del Turf y el recital de Miranda. De hecho, esta plataforma de música y diversión es lo único que funcionó en los últimos tiempos en materia de atraer al aficionado de siempre, al alejado y al nuevo. De hecho, es un hecho que funciona.

La desidia de los máximos contra convites de esta tesitura es una nueva negativa al cambio. El cambio, en efecto, no cambia los patrones históricos de este deporte, sino que lo hace más atractivo. El atractivo es lo que separa algo común de una instancia seductora. En Argentina no se seduce al espectador, no se lo invita, no se lo atrae. Habrá que entender que con la campaña de largada nada más también se escucha la campaña del ring, esa que arranca e, inevitablemente, produce el final de una pelea.

El turf argentino hoy pelea contra el turf argentino. Entre hipódromos máximos ciegos y organizaciones que dicen y no hacen, tampoco se observa o se conversa. Se aducen consecuencias, no se piensa en las causas. Se imagina un futuro, no se pugna por uno. Se cree que hay un futuro, cuando en realidad se perpetúa un presente sin expectativas. Todo está como en antaño, aunque sin aquel esplendor. Ese bosque ya no existe más. Detrás del árbol, la historia cambió. Debemos cambiar.
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